27 junio 2008

Sobre el destino (y II)

Hoy estaba haciendo zapping después de ver el partido de fútbol de España y me he encontrado con Kate Beckinsale en Serendipity. La película ya había comenzado hacía 20 minutos pero he conseguido localizarla y acabo de ver los trozos que me faltaban (el billete de la izquierda es donde el protagonista, John Cusack, escribe su numero y nombre, que ella encontrará sólo si es su destino).

Me encantan las películas románticas. Es decir, mi cerebro obtiene un profundo placer viéndolas. El otro día hablaba sobre los circuitos de recompensa del cerebro y acababa concluyendo que el destino tiene toda la pinta de no existir; así que ver una película que exalta su fuerza, y que, por añadidura, termina consiguiendo activar al máximo uno de mis más fuertes circuitos de recompensa, me ha parecido de lo más irónico (aparte de placentero).

El amor, como el resto de las emociones, está en el cerebro. Mi hipótesis al respecto, como también comentaba el otro día, es que hemos aprovechado los circuitos de recompensa que tiene el cerebro de cualquier animal y los hemos interconectado con nuestra corteza, con la que pensamos y planificamos, y con nuestra memoria, con la que recordamos (y tergiversamos) lo que nos sucedió, lo que nos contaron, lo que leímos o vimos por la tele. Como especie hemos evolucionado y añadimos al simple placer del momento, necesario para la supervivencia, el que nos otorga también (y a voluntad) la rememoración de una situación, imaginar un futuro o ver una película, por muy absurdo que sea su argumento.

Sentir placer es necesario si queremos sobrevivir como especie. Tener una palanquita que nos otorgue placer ilimitado probablemente acabaría con nosotros igual que puede hacerlo una droga o, en casos extremos, depender absolutamente de sentir ese "amor" que active nuestros circuitos de recompensa.

Por cierto, ¿sabían que 7 de las 10 mejores películas románticas de los últimos 20 años vienen del lejano oriente? ¿Y que si miramos las mejores de todos los tiempos no hay ninguna posterior a 1960 en el Top Ten y 8 son estadounidenses? Los tiempos cambian...

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3 comentarios:

Anónimo dijo...

ayer me tiré un pedo bueno de verdad y me pasó tambien todo eso que dices

Un barquero chiquitito dijo...

Ya que no se puede evitar tirarse pedos, sentir placer por hacerlo me parece una solución mejor que no hacerlo.

Vanagloriarse de ello o hacerlo contra la voluntad o contrariedad de gente que te acompaña es distinto. Esto último siempre me ha resultado semejante a intimidar al débil mientras se es cobarde con el fuerte. Y me atrevería incluso a decir que existe una elevada correlación. Los que se tiran un pedo en público jamás lo harán en una reunión de negocios o con alguien que les resulte más fuerte o amenazante en el sentido que sea.

Anónimo dijo...

Ya que te veo interesao en el tema te mando algunos en mp3.