11 junio 2008

Tener vida social es neurosaludable

Tener una y modificarla de vez en cuando.

Estudios con pájaros a los que se les cambiaba de ambiente a diferentes edades han mostrado que se produce una neurogénesis mayor en determinadas áreas del cerebro cuanto más grande era el cambio. Las neuronas más antiguas mueren, presumiblemente por no servir para nada dentro del nuevo contexto social, mientras que se potencia la proliferación de las nuevas, más adaptables en sus conexiones.

Al parecer, estos resultados podrían extrapolarse a humanos. Investigadores de Harvard monitorizaron a una numerosa muestra representativa de la población estadounidense entre 1998 y 2004. Las personas tenían todas más de 50 años. La prueba consistía en leer una lista con 10 nombres comunes y rememorarlos 5 minutos después. Al mismo tiempo se les hacían unos test para comprobar su integración social.

Se obtuvo que aquellos voluntarios con mejor vida social también recordaban más nombres. Además, aquellos con menos experiencia académica eran los que más se podían beneficiar de tener una mejor vida social.

Esto último me suena un poco a: "si has estudiado mucho tener una gran vida social no es tan importante en materia neuronal". Lástima que no puedan hacer hincar las alas a los pájaros para comprobar sus cerebros al morir.

Visto, otra vez, en Neurophilosophy.

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