05 noviembre 2008

Decíamos ayer...

Cuenta la leyenda que, tras pasar 4 años en la cárcel, Fray Luis de León retomó las clases que impartía en la Universidad de Salamanca con la célebre frase Dicebamus hesterna die... (decíamos ayer). Como si esos cuatro años de cautiverio no hubieran hecho la más mínima mella en él.

Cuando David Savage tenía 19 años se destrozó la mano en una prensadora de metal y los médicos se la tuvieron que amputar. Si algo así ocurre, los impulsos nerviosos provenientes de la zona amputada dejan de llegar a la parte del cerebro encargada de procesarlos. En principio, las neuronas que no reciben aferencias acaban muriendo, pero como el cerebro tiene cierta plasticidad, en estos casos la parte afectada se termina adaptando para cumplir las mismas funciones pero recibiendo aferencias de otra zona del cuerpo. El efecto secundario más típico es el del miembro fantasma: durante un tiempo el cerebro sigue creyendo que la mano amputada continúa donde estaba y siente dolor, picores, contacto...

Pues bien, 35 años después de quedarse sin mano, a Savage le han trasplantado otra. Para sorpresa de los neurólogos, la zona cortical que se encargaba en el momento del accidente de procesar la información somatosensorial de esa extremidad "recordaba" perfectamente cómo hacerlo. Como si hubiera sido ayer.

Visto en Neurophilosophy.

Recomendación literaria: Firmin (no tiene nada que ver pero el apellido del protagonista de esta historia me lo ha recordado).

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