10 septiembre 2023

Chomsky, los números de Bartolomé de las Casas y una comparación histórica.

A finales de los 60, Noam Chomsky era muy conocido por su labor científica (el New York Times le calificó como el académico vivo más importante del mundo en 1979), pero ya hacía unos años que, jugándose su carrera y su integridad física, había empezado a dar charlas y escribir en contra del intervencionismo americano en Vietnam. Al principio de los 60 ir contra la guerra de Vietnam era muy arriesgado. La gente, incluso los mejor informados, no sabían realmente lo que sucedía. La prensa, la radio y la televisión daban al pueblo americano la imagen de una guerra justa e ir contra ese ideario resultaba peligroso. Pequeñas reuniones familiares fueron seguidas por invitaciones a dar charlas en círculos cada vez más amplios. Al final de los 60, la opinión pública había cambiado radicalmente y el incansable Chomsky se había convertido en una de las figuras más importantes del movimiento antibélico. Viajaba por el país dando charlas pero ninguna de las grandes cadenas de radio o televisión le invitaba. Tampoco los grandes periódicos. 

En Abril de 1969, Chomsky fue invitado a una entrevista en Firing Line. Aunque emitido fuera de las grandes cadenas, Firing Line llevaba tres años en antena y acabó convirtíendose en el show de entrevistas más longevo de la televisión norteamericana. William Buckley, que se definía como conservador y libertario, dirigía el programa al que, a lo largo de sus 30 años y 1500 emisiones, acudirían todo tipo de personalidades públicas, incluyendo varios presidentes y altos mandatarios de Estados Unidos, o la primera ministra británica Margaret Tatcher. 

Aparte de ser "el mejor académico vivo" y un dotado orador, Chomsky dio tales muestras de maestría en su debate cara a cara, que no sólo no fue invitado de nuevo a Firing Line, como Buckley le había prometido. Los grandes medios y editoriales tuvieron aún más claro que aquel profesor universitario no debía recibir ni un segundo de audiencia. 

Lejos de los grandes medios, Chomsky, siempre metódico, riguroso pero también claro y didáctico, ha seguido dando charlas y entrevistas y escribiendo libros.  Hablaré más de algunas de sus charlas en el futuro pero en esta ocasión me quería centrar a una parte en concreto de aquella entrevista con Buckley. En el minuto 25:10, Buckley intenta defender que existe una diferencia, "visible para cualquier persona inteligente" (falacia True Scotman), entre la intervenciones militares buenas (por el bien del país invadido) y malas (por simple beneficio del invasor). 

Chomsky responde que durante toda la historia del colonialismo, nunca ha existido tal distinción. Lo que sí han hecho las potencias coloniales, según Chomsky, es publicitar una visión falsa de altruísmo en sus intervenciones. 

Justo después viene la parte que me encanta. Chomsky añade que esto ha sucedido así en cada colonización, con una sola excepción. Buckley pica el anzuelo y pide centrarse en esa excepción. Pero la excepción, según explica a continuación Chomsky, no es positiva. La excepción a la regla es la de la colonización del Congo por la monarquía belga, que no se preocupó en absoluto de disimular ninguna de sus atrocidades. 

En sus charlas, Chomsky suele referirse a colonizadores modernos pero también ha hablado en alguna ocasión de Colón y el colonialismo español, sin la misma profundidad que del colonialismo que vino después. Sin embargo, sí ha hecho esta distinción:

La relación entre los invasores y la población indígena difiere de un lugar a otro en América. En algunas zonas, los pueblos indígenas fueron integrados de alguna forma y en otras simplemente fueron eliminados, desplazados o puestos en reservas.

En este post voy a hablar de cuánto y cómo se aproximó el colonialismo español a esas dos formas descritas por Chomsky. Más adelante, hablaré de qué ocurrió con otras potencias contemporáneas o posteriores. 

¿Por qué es España, y no otro país, quien llega a América en 1492?

La conquista de América se produjo en un contexto bastante olvidado. Tras la caída del Imperio Romano de occidente en el 476 dC, Roma, la ciudad, perdió casi todo su explendor (pasó de un millón a 30 mil habitantes). Sin embargo, los obispos cristianos de la ciudad, que habían sido oficialmente admitidos hacía menos de dos siglos por el emperador Constantino, consiguieron salvaguardar sus dominios merced a múltiples alianzas. 

Tras el cisma con el cristianismo ortodoxo del Imperio Bizantino, el Papa de Roma, que durante siglos había estado a merced del rey más fuerte de turno, se erigió a sí mismo en la máxima autoridad eclesiástica de la cristiandad y representante supremo de Dios en la Tierra. Eso hubiera servido de poco si aparte de ser Papa, en una jugada maestra, no se hubiera inventado que sólo el sumo pontífice podía coronar a un rey católico (haciendo que su reinado viniera de Dios). 

Pero faltaba la guinda, lo que haría que ni el más poderoso de los Reyes se atreviese a cuestionar al heredero de San Pedro. Para garantizarse la ayuda de CarloMagno, que había conseguido conquistar buena parte del antiguo imperio romano occidental hacia el 800 dC, el Papa resucitó la figura del Emperador Romano, añadiéndole las palabra Sacro y posteriormente Germánico. Este Emperador, que sólo el Papa podría nombrar, debería ser el líder de la cristiandad en Europa (o sea, defender las ideas y posesiones papales).  

Merced a esta hábil estrategia política, el Papado adquirió la solidez y autonomía de la que había carecido hasta entonces. Sin embargo, 700 años después, el Papa se enfrentaba a dos graves amenazas:

  1. El Islam había conquistado Costantinopla en 1453 y seguía avanzando hacia el Oeste. Además, amenazaba las rutas comerciales del Mediterráneo y Oriente Medio, incluyendo las que iban a hacia Asia.
  2. Las ideas de Lutero, alentadas por la corrupción del Vaticano, hacían tambalear la unidad del cristianismo. 
Frente a esa doble amenaza, las alegrías para el Papa llegaban casi en exclusiva de la península Ibérica. Por un lado, España no sólo renegaba de cualquier cisma protestante, sino que habían logrado expulsar a musulmanes y judíos de su territorio en 1492.

Por otro, Portugal, también católica, había logrado su independencia de Castilla en 1411. Merced a lo cual, llevaba décadas de ventaja a España en la exploración del océano y había conseguido llegar a Asia bordeando África, estableciendo una nueva ruta comercial que evitaba el control musulmán en el Mediterráneo. 

Cristobal Colón. Un trepa sanguinario con labia. 

De una familia italiana de origin humilde, Cristobal Colón quería ascender en la escala social (algo tremendamente difícil para la época). Consiguió ocultar sus orígenes haciéndose navegante y cambiando de país. Como marino llegó a Portugal donde encontró la oportunidad que buscaba. Allí se casó con una noble portuguesa, dejando atrás su pasado. Como noble de tan reciente cuna, parece que Colón sintió a partir de entonces la necesidad de tratar peor que cualquier noble viejo a las personas más pobres. 

Como ya comenté en mi post anterior, las corrientes oceánicas fueron un elemento fundamental para el descubrimiento de América. En aquella época, sólo España o Portugal estaban geográficamente próximos y económicamente en condiciones para aprovecharlas. Cuando su idea de usar esas corrientes para establecer una nueva ruta hacia Asia fue rechazada por el Rey de Portugal, Colón miró a España. Como hemos dicho, los Reyes españoles eran cristianos devotos (sobre todo ella, Isabel). Pero también eran hábiles y despiadados políticos. Y, para fortuna de Colón, tras la conquista de Granada a principio de 1492, los reyes tenían la motivación económica (rivalizar con los progresos mercantiles de los portugueses) y los recursos para ayudarle. Además, contaban con el beneplácito de Roma, exultante con sus católicas hazañas. 

Al mando de tres pequeños barcos, Colón llegó a América y sentó de inmediato las bases del maltrato al indígena que vendría después. Torturó, esclavizó y mató con el objetivo de enriquecerse, contraviniendo las órdenes expresas de los Reyes, gracias a la distancia que les separaba de ellos y al poder casi absoluto que ostentaba en sus primeros viajes. Como digo, esa fue la tónica general con demasiados gobernantes de Indias, que hicieron lo mismo durante los siglos venideros. Colón también cruzó muchos líneas sofocando protestas de españoles (lideradas por clérigos) que le acompañaron a América. Como muestra, no dudó en alabar a su hermano, quien había cortado la lengua y paseado desnuda a una sirvienta que osó decir que los Colón venían de una familia de tejedores. 

Su insaciable ansia de riqueza y falta de escrúpulos llamó tanto la atención que en menos de 10 años Colón pasó de ser la tercera persona más importante de España a caer en desgracia, cuando sus reiterados desmanes finalmente hartaron a los monarcas. Al igual que los desmanes, también el ejemplo de los Reyes Católicos se repitió. Los monarcas españoles seguirían deponiendo a virreyes y gobernantes de indias que se aprovechasen de sus posición

Bartolomé de las Casas. El fraile millonario que se la jugó.  

Bartolomé de las Casas (1484-1566) es un personaje clave de la historia Iberoamericana. Vivió 82 años, una edad muy respetable para la época. Más teniendo en cuenta sus múltiples viajes trasatlánticos y los riesgos que corrió al pasar la mayor parte de su vidad defendiendo los derechos de los indígenas americanos, enfrentándose a buena parte de la población española en ultramar y a muchos nobles en España. 

De familia muy cercana a la Casa Real y extremadamente influyente, un tío de Bartolomé ya fue con Colón en el viaje del descubrimiento en 1492. Tras su tío, el mismo padre de Bartolomé se embarcó en el segundo viaje. Bartolomé y su padre habían asistido, probablemente fascinados, a la audiencia ofrecida a Colón por su exitoso regreso en 1493, donde mostró a 6 indios ante las protestas de la Reina Isabel, que dio las primeras órdenes de proteger a los nativos.

Cuando Bartolomé por fin viajó a América, en 1502, le esperaba la herencia familiar. Tan importante era su familia que, en unos pocos años, su padre, antes de morir, se había hecho terrateniente en el Caribe. En los siguientes 13 años, hasta cumplir la treintena, a Bartolomé le dio tiempo a administrar exitosamente una encomienda (sí, tuvo esclavos indios a su cargo cultivando tierras y extrayendo oro de unas minas), pero también a viajar por los diferentes territorios donde se iban asentando los españoles que llegaban. Entre medias tuvo tiempo de volver a España y viajar a Roma para hacerse fraile. Sumando el poder Papal al de su influyente familia, volvió a América y, comenzó a ejercer su doble influencia de una manera inaudita: incentivando la convivencia entre sus compatriotas y los indígenas y enfrentándose abiertamente y sin descanso a todo español que tratase mal los indígenas. Esto le granjeó muchas y poderosas enemistades que no parecieron hacerle mella, dada su alta alcurnia. 

Pese a sus esfuerzos, los desmanes coloniales continuaron. Las encomiendas (mecanismos reales que fueron aprovechados por los españoles para explotar a los nativos) se volvían cada vez más brutales y Bartolomé, en 1514, tomó una decisión para la historia. Renunció a sus tierras y a sus encomiendas y viajó de vuelta a España para denunciar ante el Rey el trato que daban sus súbditos a los indígenas. El Rey murió antes de verle pero su regidor primero y el nuevo rey, Carlos I (nombrado Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico por el Papa), no sólo le escucharon sino que diseñaron los siguiente pasos a dar en las colonias americanas (incluyendo leyes) siguiendo los consejos del fraile. 

De esta forma, cuando Bartolomé de las Casas volvió a América en 1516, lo hizo con el título de Protector universal de todos los indios de las Indias, como portador de la nueva hoja de ruta para la colonización pacífica y con toda la protección jurídica y militar de la Casa Real, pero también con la protección del Papado, de quien Carlos I se había convertido en el principal defensor. 

Sin embargo, las cosas no salieron como de las Casas hubiera esperado. A pesar de que desde la Corona se favorecía que la colonización pacífica (los hombres que viajasen con una mujer lo hacían gratis y se alentaba al matrimonio con indígenas) y de que los españoles en América no llegaban a 20.000, incluyendo mujeres, niños y clérigos, cada nuevo barco traía hombres con deseos de riqueza y fama y con pocos escrúpulos a la hora de conseguir cualquiera de las dos. Por si fuera poco, en España, Carlos I tuvo que retrasar la nuevas Leyes que de las Casas necesitaba para hacer frente a los que no veían con buenos ojos sus palabras. Durante un tiempo, el nuevo monarca tuvo que priorizar la resolución de los problemas en el viejo continente, apagando las revueltas de aquellos que no veían bien sus orígenes germanos. Aprovechándose de ello, en América, un tal Hernán Cortés hizo oídos sordos a fray Bartolomé y las nuevas leyes aún por oficilizarse. Convenció a otros 400 hombres para unirse a su desobediencia y juntos emprendieron un viaje sin retorno en el que sólo había dos alternativas: lograr la codiciada fama y fortuna, o morir. Ya fuera a manos de los indígenas o de los propios españoles si osaban volver con las manos vacías. Contra todo pronóstico, Hernan Cortés y sus 400 acabaron conquistando una ciudad con al menos 300.000 personas, consiguiendo para la Corona el control de un nuevo imperio de varios millones de indígenas. 

Semejante hazaña no hizo sino acrecentar el deseo de los españoles que realizaban el viaje a América. A partir de entonces, Bartolomé de las Casas ya nunca pudo imponer las leyes reales para conseguir una colonización pacífica. Siguió intentándolo de manera incansable, eso sí. Pero mientras lo intentaba, otro buscafortunas, Manuel de Pizarro, acompañado de otro ridículo contigente de tropas, se hizo en 1533 con el otro gran imperio americano de entonces, el Incaico, que contaba, antes de la llegada de los españoles con una población de unos 10 millones de personas. En los 15 años en los que de las Casas debía haber cambiado el curso de la colonización por una pacífica, 1500 españoles conquistaron por las armas  7 millones de kilómetros cuadrados, una extensión 14 veces superior a la de España. 

Cuando Bartolomé volvió a España en 1540, en América había apenas 19,000 españoles que pudieran portar armas, pero decenas de millones de indígenas habían muerto. Tras más de 30 años en América, de las Casas había visto todo tipo de cosas. Al maltrato inicial al indígena, al que se le obligaba a entregar metales preciosos o a hacer trabajos forzados, siguieron pequeñas escaramuzas y maltrato y matanzas indiscriminadas. Sin embargo, los españoles estaban en una enorme inferioridad numérica, en una tierra desconocida y muy, muy lejos de España. Incluso con la conquista de los imperios Incaico y Azteca, ¿Cuántos indígenas podían matar unos pocos miles de españoles? 

En unas décadas, los indígenas desaparecieron completamente en muchos lugares y disminuyeron en general un 90-95% en los territorios bajo dominio español.  Aún contando con la crueldad de los conquistadores, incluyendo el sadismo de unos pocos, resulta imposible justificar la debacle poblacional que siguió a la aparición de los españoles. 

De las Cañas presenció u oyó de todas esas muertes (millones y millones) y en sus escritos las achacó única y exclusivamente a los soldados de su reino. Esa fue la historia que escuchó Carlos I cuando de las Casas llegó a España en 1540 y el resto de Europa y el mundo durante los siguientes siglos: según aquel fraile de tan buena familia, unos pocos miles de sus soldados habían aniquilado varias decenas de millones de indígenas y amenazaban con seguir haciéndolo con el resto. Ante semejante panorama, Carlos I promulgó nuevas leyes para la mejora de las condiciones de vida de los indígenas. Era al menos la sexta vez en menos de 50 años que la monarquía española trataba de proteger a los nativos americanos, tras las leyes promulgadas por los Reyes Católicos y por él mismo.

Con las nuevas leyes bajo el brazo, de las Casas volvió de nuevo a América, concretamente a México. Allí continuó viendo morir a los indígenas en números difíciles de imaginar.

En 1547 regresó definitivamente a España donde publicó, debatió y terció incansablemente en favor de los derechos humanos, incluyendo en esta última etapa a los nativos africanos. 

Hay que decir que Bartolomé no estuvo solo. Antes y después de él, muchos religiosos españoles lucharon incansables por los derechos indígenas. Es importante recordar que hace 5 siglos, muy poca gente, aparte de los clérigos, sabía leer y escribir. Bartolomé y muchos otros misioneros que viajaron a América componían la élite cultural española. Defendieron al indígena al tiempo que fundaban colegios, universidades u hospitales, cuando no dirigían expediciones científicas con objeto de cartografíar las tierras inexploradas así como describir la fauna y la flora que las habitaban. 

Las palabras de Bartolomé de las Casas

Los textos y cifras más citadas están sacados principalmente de dos de sus obras:

La Brevísima es la que contiene los números más abultados. He enlazado el texto completo que consiste en una enumeración de hechos y cifras de los sucesos que, según su autor, acontecieron en cada una de las regiones americanas controladas por los españoles entre 1492 y 1540. Cito textualmente algunos fragmentos:

Número total de muertos a manos de los españoles (en esos primeros 50 años):
derramar tan inmensa copia de humana sangre e despoblar de sus naturales moradores y poseedores, matando mil cuentos (cuento = millón) de gentes, aquellas tierras grandísimas, e robar incomparables tesoros

En las islas del Caribe: 

islas grandes e chicas, e que la peor dellas es más fértil e graciosa que la huerta del rey de Sevilla, e la más sana tierra del mundo, en las cuales había más de quinientas mil ánimas, no hay hoy una sola criatura. Todas las mataron trayéndolas e por traellas a la isla Española

Sobre la isla de la Española (actual Haití y Rep Dominicana):

Tiene de ancho cinco leguas y ocho hasta diez y tierras altísimas de una parte y de otra. Entran en ella sobre treinta mil ríos y arroyos, entre los cuales son los doce tan grandes como Ebro y Duero y Guadalquivir; y todos los ríos que vienen de la una sierra que está al Poniente, que son los veinte y veinte y cinco mil, son riquísimos de oro.

Islas de San Juan y Jamaica:

había en las dichas dos islas más de seiscientas mil ánimas, y creo que más de un cuento (un millón), e no hay hoy en cada una doscientas personas, todas perecidas sin fe e sin sacramentos.

Cuba:

súbitamente se les revistió el diablo a los cristianos e meten a cuchillo en mi presencia (sin motivo ni causa que tuviesen) más de tres mil ánimas que estaban sentados delante de nosotros, hombres y mujeres e niños. 

Oficial del rey hobo en esta isla que le dieron de repartimiento trescientos indios e a cabo de tres meses había muerto en los trabajos de las minas los docientos e setenta, que no le quedaron de todos sino treinta, que fue el diezmo. Después le dieron otros tantos y más, e también los mató, e dábanle más y más mataba, hasta que se murió y el diablo le llevó el alma.

En tres o cuatro meses, estando yo presente, murieron de hambre, por llevarles los padres y las madres a las minas, más de siete mil niños. 

Tierra firme:

Capitán hubo suyo que en una entrada que hizo por mandado dél para robar y extirpar gentes, mató sobre cuarenta mil ánimas

Nicaragua:

Más oro robaron en aquel tiempo que aquel reino (a lo que yo puedo juzgar), de un millón de castellanos, y creo que me acorto, e no se hallará que enviaron al rey sino tres mil castellanos de todo aquello robado; y más gentes destruyeron de ochocientas mil ánimas. Los otros tiranos gobernadores que allí sucedieron hasta el año de treinta y tres, mataron e consintieron matar, con la tiránica servidumbre que a las guerras sucedió los que restaban.

Enviaba españoles a hacer entradas, que es ir a saltear indios a otras provincias, e dejaba llevar a los salteadores cuantos indios querían de los pueblos pacíficos e que les servían. Los cuales echaban en cadenas porque no les dejasen las cargas de tres arrobas que les echaban a cuestas. Y acaesció vez, de muchas que esto hizo, que de cuatro mil indios no volvieron seis vivos a sus casas, que todos los dejaban muertos por los caminos. 

murieron de hambre más de veinte o treinta mil ánimas e acaesció mujer matar su hijo para comerlo de hambre.

han sacado de aquella provincia indios hechos esclavos, siendo tan libres como yo, más de quinientas mil ánimas. Por las guerras infernales que los españoles les han hecho e por el captiverio horrible en que los pusieron, más han muerto de otras quinientas y seiscientas mil personas hasta hoy, e hoy los matan. En obra de catorce años todos estos estragos se han hecho. Habrá hoy en toda la dicha provincia de Nicaragua obra de cuatro mil o cinco mil personas, las cuales matan cada día con los servicios y opresiones cotidianas e personales, siendo (como se dijo) una de las más pobladas del mundo. 

Guatemala:

Y este tirano mesmo escribió que era más poblado que el reino de Méjico e dijo verdad: más ha muerto él y sus hermanos, con los demás, de cuatro y de cinco cuentos de ánimas en quince o dieciséis años, desde el año de veinte y cuatro hasta el de cuarenta, e hoy matan y destruyen los que quedan, e así matarán los demás. 

Venezuela: 

Más han muerto y destruído y echado a los infiernos de aquellas innocentes generaciones, por estrañas y varias y nuevas maneras de cruel iniquidad e impiedad (a lo que creo) de cuatro y cinco cuentos (millones) de ánimas

Perú:

fueran cuatro y cinco mil españoles y se extendieron por muchos y grandes reinos y provincias. Más faltan y han muerto de aquellos reinos hasta hoy (e que hoy también los matan) en obra de diez años, de cuatro cuentos (millones) de ánimas.

La famosa leyenda Negra. 

Los escritos de Bartolomé de las Casas fueron empleados por Inglaterra y Holanda primero, cuando copias de sus trabajos fueron traducidas a partir de 1570, y por el resto de Europa y los EEUU más tarde, para crear la llamada Leyenda Negra. Esta leyenda tuvo un objetivo doble: demonizar la colonización española y ocultar los desmanes de los países que la promulgaron. 

Así, de las Casas pronto se convirtió en una especie de salvoconducto de otras potencias colonizadoras para cometer todo tipo de tropelías. Por cruentas que fuesen nunca llegarían a las descritas por el fraile español. 

¿Qué ocurrió realmente?

¿Pudieron 19000 españoles, cuya única arma de fuego hasta 1540, el arcabuz, pesaba 8 kg y necesitaba entre 3 y 5 minutos para ser recargada, matar a más de 30 millones de indígenas en unas pocas décadas?, ¿Yendo además contra las leyes promulgadas por sus monarcas? Parece no ya imposible, sino absurdo. Sin embargo, quedan pocas dudas de que decenas de millones de indígenas murieron. Y de que, por tanto, de las Casas se aproximó bastante al contabilizar el número de bajas.

¿Eran los españoles técnicamente capaces de masacrar a tal número de indígenas? Por poner un ejemplo con un número de víctimas en el mismo orden de magnitud, el ejército nazi mató a unos 27 millones de rusos durante la Segunda Guerra Mundial [2]. Sin embargo, el ejército alemán desplegado en la operación Barbarroja contaba con casi 4 millones de efectivos más otros 4 que se unieron después. También contaban con armamento moderno, incluyendo tanques y aviación, y seguían ciegamente las órdenes de Hitler, que consideraba a los eslavos como una raza inferior que debía ser aniquilada. 

La respuesta al misterio, que hoy parece obvia, es que decenas de millones de indígenas americanos murieron de enfermedades traídas inadvertidamente por los españoles. Enfermedades como la viruela y el sarampión, a las que los amerindios jamás se habían enfrentado. El contagio, en ciudades tan grandes (Cuzco o Tenochtitlán superaban en tamaño a cualquier ciudad europea de entonces) e imperios tan bien comunicados como los precolombinos, fue rapidísimo. El caso mejor documentado fue el del Imperio Méxica, que fue azotado por epidemias constantes a partir de la llegada de los españoles, lo que redujo su población según un estudio de la Universidad de Berkeley de 25 a 5 millones en la época Bartolomé de las Casas, y a un escuálido 3% un siglo después de la cosquista de Hernán Cortés. 

Es muy probable que de las Casas supiese perfectamente que lo que estaba matando a la inmensa mayoría de los los indígenas no eran los españoles, ya fuera por la guerra, la esclavitud o el maltrato general. Sin embargo, parece que, de saberlo, prefirió obviar ese detalle por el bien mayor: proteger a los más débiles. 

El legado del colonalismo español

En lugar de para vilipendiar al imperio español, la figura de Bartolomé de las Casas bien podría usarse a partir de ahora para poner en evidencia los desmanes de otras potencias coloniales, y ensalzar los intentos de los gobernantes españoles por hacerle caso, y crear leyes que salvaguardasen a los indígenas, equiparando sus derechos a los de sus conquistadores. 

En los años 14931500, 1503, 1504, 1512 y 1542, gracias en buena medida a los testimonios de los religiosos españoles en América y a interminables debates en la Universidades españolas, los reyes españoles dictaron leyes que recogían principios tan avanzados como:

  • Exigencia de que se tratase amorosamente a los indígenas (1493)
  • Que los indios seguirían siendo los propietarios de las tierras que les pertenecían con anterioridad a la llegada de los españoles y prohibición de la esclavitud (1504). 
  • Las Leyes de Burgos (1512) establecían que los indios son libres y deben ser tratados como tales. Tienen obligación de trabajar de modo que sea de provecho para ellos y para la república. El trabajo debe ser conforme a su constitución, de modo que lo puedan soportar, y ha de ir acompañado de sus horas de distracción y de descanso. Han de tener casas y haciendas propias, y deben tener tiempo para dedicarlas a su cultivo y mantenimiento. Han de tener contacto y comunicación con los cristianos y deben recibir un salario justo por su trabajo. Las leyes prohibieron la aplicación de todo castigo a los indios y las mujeres embarazadas de más de cuatro meses eran eximidas del trabajo.
  • El rey Carlos I convocó en 1540 una junta de la Universidad de Salamanca, encabezada por Francisco de Vitoria que defendió la existencia de unos derechos universales de todos los seres humanos que ninguna persona podía eliminar.

Resulta curioso la relativa rapidez con la que se fueron escribiendo todas esas leyes y edictos. Parece claro que una y otra vez era necesario crear nuevas o matizar las anteriores pues, de alguna manera, la buena intención no era suficiente. 

Si bien las leyes promulgadas por los monarcas españoles no consiguieron acabar con muchos excesos, incluyendo la esclavitud (la última y definitiva abolición de la esclavitud tuvo que esperar hasta 1886), gracias a ellas, el imperio español es famoso por haber erigido hasta 27 universidades y centros de enseñanza superiores en los territorios de ultramar. Universidades en las que, como no podía ser de otra manera, eran admitidos también los nativos. Lo mismo pasó con los 843 hospitales, que admitieron a los indígenas desde el primero que se construyó en 1503. 

Los Reyes Españoles, desde el principio, consideraron los territorios conquistados provincias españolas, no colonias, y a sus habitantes, ciudadanos españoles. El mestizaje se produjo desde el inicio, alentándose desde la casa real. Como resultado de estas medidas, a principios de 1800 Mexico era tan rico y avanzado como cualquier ciudad Europea, según los datos recabados en sus viajes por un famoso protestante antiespañol como Humboldt

Si los reyes españoles defendieron la igualdad entre conquistadores e indígenas desde el principio, las potencias coloniales que vinieron más tarde defendieron su supremacía racial frente a los colonizados hasta el final. Pero de eso, hablaré en otros posts. 



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