03 diciembre 2023

De cómo el protestantismo se convirtió en la mayor bula, papal o no, jamás escrita.

Hablaba en mi anterior post de cómo España, adalid del catolicismo hacia 1500, conquistó e hizo algo a medio camino entre colonizar y culturizar América. 

De hecho, fue precisamente gracias a que España era católica que se hizo algo bueno en las nuevas provincias durante el dominio hispánico. Sí, bueno. Y sí, gracias al clero.  

Hay que entender que en en la Edad Media el analfabetismo era la norma en Europa. Sólo algunos nobles sabían leer y escribir, normalmente con el objetivo de manejar sus tierras y sus ejércitos. En contraste, las órdenes religiosas habían sido guardianes y copistas de los pocos libros que se conservaban de la antigua Roma y Grecia y contaban con los únicos intelectuales. 

Además, merced a la visión de monarcas integradores como Alfonso X, que supo reconocer el superior nivel cultural judío y musulmán, España pasó a liderar la educación superior europea al final de la Edad Media, primacía que se extendió hasta los siglos XV y XVI. Durante ese tiempo los monjes españoles pasaron de los monasterios a dirigir colegios mayores, menores y universidades. Por si fuera poco, también establecieron la meritocracia como requisito de acceso a la educación superior, reservándola, al menos sobre el papel, a los más capaces, independientemente de su origen. 

Es decir, los clérigos españoles no sólo eran el modelo intelectual de la época, también lideraban en moral y progresismo. Por ello, cuándo Colón llegó a América y España comenzó a colonizarla (explotando a los nativos), el clero español se reunió en múltiples ocasiones para debatir puntos, tan inverosímiles para cualquier imperio, como si se tenía derecho a conquistar esas tierras o a sus habitantes, o para promulgar la igualdad de todos los pueblos, independientemente de sus color de piel o de su fe. 

La influencia clerical era tal que los reyes españoles, los monarcas más poderosos de la época, no podían escribir leyes sin consultarles antes. Esas consultas podían durar meses. Tras ellas, algunos clérigos aconsejaron forzar a los indios a la conversión, incluso por la conquista, pero otros muchos abogaron por ofrecer educación a los nativos, aunque fuese laica!, sin obligarles a ello. Y lo propusieron así por considerar que aquellas gentes, tan aparentemente distintas, tenían los mismos derechos que cualquier católico. 

Aún así, y como comentaba en mi anterior post, la influencia eclesiástica no impidió la conquista, genocidio incluído, ni la colonización, aunque sí suavizó la tercera  y, a la postre, fue responsable de que Felipe II ordenase detener la primera a partir de 1573

Mapa español del Mundo conocido en 1573. Visto aquí

También es probable que Felipe II tuviera otra buena razón para frenar la conquista: no había españoles suficientes para más territorio. Australia y otras islas cercanas se habían descubierto poco antes, pero nunca se intentó colonizarlas (curiosamente, eso lo aprovecharían muy bien los ingleses, quienes tras tomar Manila en 1762, usaron los mapas españoles que allí se guardaban para "descubrirlas" ellos mismos pocos años después). 

Sin embargo, las tierras que ya se habían conquistado demostraron ser una fuente enorme de recursos. Para explotarlos los españoles torturaron a los indígenas, muchas veces hasta la muerte, obligándoles a trabajos forzados durante cientos de años. 

Y mientras el oro y la plata fluyeron, a los clérigos se les permitió hacer mucho del bien que perseguían. Aparte de defender los derechos indígenas, fundaron escuelas, universidades u hospitales y exploraron los nuevos territorios y sus gentes con ánimo científico, anotando para la posteridad sus descubrimientos.  


Por eso, y aunque la Iglesia acabó adoptando el camino sencillo de las conversiones forzadas y la educación católica, sin los franciscanos, dominicos, agustinos o jesuitas, los nobles españoles, ávidos de oro, plata y piedras preciosas, hubieran arrasado sin piedad con todo.  

Y eso es precisamente lo que sucedió, la masacre indígena y el expolio sin miramientos, cuando otros países europeos, ya no católicos sino protestantes, realizaron sus propias colonizaciones. 


Las bulas papales y la rebelión de Lutero. 


Unos siglos antes de que Colón llegase a América, el Papa de Roma se había nombrado a sí mismo, con bastante éxito, el representante del dios cristiano en la Tierra. Con el poder que eso le otorgaba, comenzó a escribir bulas, que vienen a ser interpretaciones de las Sagradas Escrituras en relación a algún acontecimiento presente. La importancia de dichas bulas era, y es, enorme. En lugar de dar su opinión sobre un asunto cualquiera, el Papa, cuando escribe una bula, está dando la del dios cristiano. 

Con tanto poder en sus manos, las tentaciones pusieron al Papado en bretes que hubieran sido difíciles de imaginar para los primeros cristianos. En medio de una vorágine de excesos que ya duraba siglos (sexoasesinatoscorrupción), el Papa León X comenzó a vender en 1517 bulas de absolución (de la absolución dada por dios, ojo) como si fueran entradas para un concierto: de forma masiva y organizada. 

El negocio era simple. Si un noble cualquiera decidía, por ejemplo, que quería matar a otro, un poco de oro le permitiría hacerlo con el perdón de dios... por adelantado. Ya no hacía falta ir a confesarse y realizar actos de penitencia y contrición.

El tema se fue tanto de madre que una buena parte de la nobleza, y del clero más alejado de Roma, vieron claras dos cosas: querían su parte del pastel y tenían buenas excusas para arrebatársela al papado. 

Es decir, más que limpiar Roma de su corrupción, lo que buscaban los críticos era acceso al enorme negocio de la fe, que durante siglos había monopolizado el Sumo Pontífice y sus subordinados. La corrupción de Roma fue la excusa que necesitaba la parte más desfavorecida de la nobleza germana para adherirse a una nueva doctrina, que sostenía que cada cual podía interpretar las sagradas escrituras a su antojo. Esa nueva convicción, pasada a papel por un alemán llamado Lutero, no sólo desposeía a la Institución Eclesiástica de su monopolio espiritual sino que hacía innecesarias sus posesiones terrenales, que eran lo realmente codiciado. Es decir, si cualquiera podía reinterpretar la palabra de dios, no hacía falta mantener a una plétora de clérigos y a sus templos, supuestamente encomendados a escucharla e interpretarla mejor. 

El imprescindible papel de la imprenta y la primera lucha de clases global. 

Las ideas de Lutero no eran originales. La corrupción pontificia duraba ya siglos y la gente llevaba mucho criticándola. Sin embargo, Gutemberg había inventado la imprenta en 1448 y su uso se había extendido por el Imperio Germánico rápidamente. Gracias a ello, cuando Lutero escribió sus 95 críticas en 1517, éstas se propagaron como el fuego en una llanura de yerba seca. 
Al cabo de dos semanas se habían difundido por toda Alemania y, pasados dos meses, por toda Europa. 

Tanta gente las leyó o escuchó a alguien leerlas que en pocos años unos 300.000 campesinos germánicos se unieron bajo un pensamiento único: reclamar lo mismo que Lutero y los nobles que le apoyaban: libertad religiosa y su parte de las tierras de la Iglesia. 

Pero como ya hemos dicho, ése no era el plan ni de Lutero ni de sus socios. Sólo los nobles se podían beneficiar de la nueva doctrina. Así decía Lutero que había que tratar a los insurgentes:

Todo el que pueda debe aplastarlos, degollarlos y ensartarlos, en secreto y abiertamente, lo mismo que se mata a un perro rabioso. Por eso, amados señores, acudid en ayuda nuestra, salvadnos; que todos cuantos puedan, hieran, golpeen y degüellen, y si alguien alcanza la muerte, bienaventurado de él, pues no puede existir muerte mejor. 

Una vez aniquilada la insurrección labriega, tras matar casi a la mitad de los insurgentes, los nobles y los militares que seguían las ideas de Lutero se encontraron con un doble botín: las posesiones eclesiásticas y un pueblo tan vapuleado y sumiso que no volvería a revelarse durante 300 años. 

Monarcas y nobles de de la Europa septentrional no tardaron en ver las ventajas económicas del cisma. No ya sólo como medio de quitarle posesiones a la Iglesia sino también para sacudirse el dominio católico español, "contaminado" por la corrupción Papal, y cuyo monarca Carlos I, reinaba sobre un jugoso sector del centro de Europa. 

enlazado de https://blogs.ua.es/monarquiahispanicafrancia/
Dominios europeos bajo el reinado de Carlos I (1516-1556). Visto aquí.

Calvino o la doctrina de la predestinación. 

Si las tesis de Lutero le otorgaron a nobleza europea un motivo para disputarle tierras y rentas al Imperio Español y quitárselas a la Iglesia, Calvino remató la faena con su doctrina de la predestinación. 

Habiendo leído a Lutero, Calvino fue más allá, e interpretó que la Biblia decía que las vidas de las personas están predestinadas, eliminando de un plumazo la tradición cristiana de alcanzar la salvación siendo buenos y practicando la pobreza o la caridad, tanto económica como social. Así, según Calvino, cualquier protestante que se hiciera rico lo hacía por la gracia divina, aunque fuese a costa de pasar por encima de otras personas. Pongamos un ejemplo: según la nueva doctrina, Dios habría predestinado la muerte de 130.000 de los campesinos que creyeron que la Reforma también era para ellos. Y, todavía más importante: el dios protestante ya había dispuesto de antemano el subsiguiente aumento de la riqueza de los vencedores y de la pobreza de los vencidos. 

La doctrina era tan atractiva para la clase dominante que se extendió rápidamente entre los gobernantes europeos y sirvió para justificar todo tipo de atrocidades en los siglos venideros, tanto por parte de los ricos como de los que querían serlo. El caso más claro puede que sea el de los Boers o los Afrikaners, que establecieron, merced a sus creencias religiosas calvinistas que les hacía creerse superiores, el Apartheid sudafricano y todo lo que ha conllevado durante 200 años.

Otros gobiernos o imperios coloniales protestantes, si bien no tan abiertos a la hora de declararse superiores y defender genocidios, actuaron como si lo fueran, tratando a los indígenas como animales e incluso alimañas a las que hubiera que exterminar

El protestantismo en general, y el calvinismo en particular, estuvieron en la base moral de las colonizaciones europeas que siguieron y terminaron reemplazando a la española y portuguesa. Franceses, ingleses, holandes, alemanes o belgas establecieron un nuevo modelo colonizador en el que el beneficio económico se convirtió en el único argumento válido. 

En resumen, el protestantismo y el calvinismo habían re-interpretado la palabra divina haciendo al hombre blanco, y con recursos, superior. Le habían mostrado el camino más rápido para conseguir más dinero y poder, librándole, por añadidura, de incomodidades de la moral católica, como el remordimiento por conseguir riqueza y retenerla, incluso aunque fuese a costa del sufrimiento de otros, o la obligación de ayudar a los necesitados. 

Así, los nuevos colonos protestantes se lanzaron a la búsqueda de fortuna a través del expolio y a la caza del mayor beneficio en el menor tiempo posible. Con el beneplácito divino que les daban sus interpretaciones de la Biblia destrozaron países y sus poblaciones [1, 2]. Vamos, hicieron lo mismo que el imperio español, pero sin el freno benefactor que hasta entonces habían interpuesto los clérigos (intelectuales) católicos.

Del calvinismo a la eugenesia en una cómoda excusa: acumular riqueza.

La India pre británica, hacia 1700, era el país más rico del mundo. Su economía ascendía al 25% del PIB del planeta, más que toda Europa occidental junta. China no le iba a la zaga. Entre los dos países producían el 47% de la riqueza global. 

Sin embargo, tras el expolio a la que les sometieron las potencias militares europeas durante 250 años, su PIB combinado había caído hasta minúsculo 5% mundial. Mientras, el europeo no había parado de crecer.

Quizá el ejemplo más brutal y más reciente de cómo se dio un cambio tan abrupto esté en las palabras de Churchill, afamado primer ministro británico hasta 1955, tras provocar la muerte por hambre de 4 millones de personas en Bengala:

"No deberían reproducirse como conejos"

O esta frase anterior

“Odio a los Indios. Son un pueblo de animales, con una religión animal”

Pero Churchill sólo era el último de una larga lista de reyes y mandatarios británicos y europeos que se creyeron predestinados a masacrar a cualquier pueblo inferior mientras se quedaban con sus riquezas. Aunque el caso de la India, donde mataron a 165 millones de personas sólo entre 1880 y 1920, quizá sea el más paradigmático. 

Sin embargo, y para desgracia del mundo, no fue una excepción. El Imperio británico hizo lo mismo en todas sus colonias, en todos los continentes. Países como Armenia, Kenya o Australia sufrieron la misma suerte. 

Incluso Irlanda, país vecino aunque colonia a la postre, sufrió el despiadado yugo inglés: un millón de personas murieron de hambre entre 1845 y 1849 mientras la comida que les hubiera podido salvar salía del país hacia Inglaterra. Los irlandeses son de la misma raza que los ingleses pero eran católicos. Y, como bien podría haber dicho Calvino, estaban predestinados a ser pobres. 

O en palabras del inglés Charles Trevelyan, encargado gubernamental de frenar la escasa ayuda inglesa en aquel entonces:

"el juicio de Dios envió la calamidad para enseñarle una lección a los irlandeses"

Trevelyan también diría que una hambruna así era un 

"mecanismo eficaz para controlar la población". 

Al amparo de tal creencia colectiva de superioridad, no es de extrañar que fuera otro inglés, Francis Galton, el que acuñase el término Eugenesia en 1883. Tras los descubrimientos de Newton, Darwin y compañía, la ciencia amenazaba con sustituir a dios en muchos ámbitos y, por tanto, existía la necesidad por parte de los poderosos de reemplazar la interpretación divina de la superioridad inglesa por una científica, más acorde con los tiempos. 

La Eugenesia dio la pátina racional a las masacres made in Europe hasta bien entrado el siglo XX, incluyendo los diferentes genocidios (judío, gitano, eslavo) de la Alemania nazi. Pero como no hay mal que dure para siempre, el colonialismo clásico europeo fue finalmente sustituido por un nuevo modelo neocolonial, ligeramente menos brutal, liderado, eso sí, por una no menos protestaste o calvinista Estados Unidos de América. Pero de USA hablaremos más adelante.



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