En los últimos días hemos visto cómo saltaba a las palestra un caso que ha producido poca atención en la dirección que, a mi entender, es la más interesante.
Hace una semana, La Directa publicaba una investigación revelando que un policía había estado infiltrado, durante casi 3 años, en movimientos de izquierdas catalanes. Era el segundo policía al que se descubría realizando una actividad similar en menos de un año.
Teniendo en cuenta que un espionaje de tan larga duración ha de tener un apoyo judicial, y probablemente conocimiento ministerial, el caso parece entroncar en las llamadas cloacas del estado, que han utilizado, y parece que siguen utilizando, recursos públicos para espiar y menoscabar la credibilidad de organizaciones de izquierdas que aboguen por, básicamente, la igualdad de oportunidades en cualquier ámbito público:
Que los gobiernos utilicen sus cuerpos de seguridad para acallar las protestas tampoco es nuevo. En 2009, David Piqué, que llegó a ser el segundo al mando de los Mossos d’Esquadra en Cataluña, describió en su tesis de final de Máster, a la que llamó "El síndrome de Sherwood", las tácticas que utiliza la policía para controlar, o alterar, las manifestaciones y los movimientos de izquierda en Cataluña.
Sin embargo, su tesis iba más allá de las tácticas policiales. Describía el fenómeno okupa y antisistema y analizaba cómo se había venido tratando en diferentes partes del mundo por parte de los gobiernos (y de sus fuerzas del orden).
Tras ello, la tesis explicaba cuatro modelos de maniobras policiales para actuar contra grupos antisistema:
- Modelo von Klausewitz: si la policía es abrumadoramente fuerte, ir directamente a por los líderes.
- Modelo Sun Tzu. si la policía es numerosa pero no demasiado, intentar mantener la paz.
- El modelo Miyamoto Mushasi, que consiste en provocar al rival para encontrar una excusa con el que aniquilarlo.
- El modelo Julio César. Tener espías que te allanen el terreno cuando llega el momento.
El autor dedicaba la última parte de la tesis a describir un plan de acción para debilitar, o acabar, con los movimientos antisistema en cinco fases:
- Creación de un clima contrario al movimiento (gracias a la labor repetitiva de la prensa).
- Esa labor hará que se genere un debate político.
- El debate político llevará a la creación de una nueva normativa
- El movimiento antisistema puede ser y es ahora atacado bajo la nueva ley.
- La nueva situación, libre del movimiento antisistema, se mantiene.
Estos días me he preguntado más que nunca qué sentido tiene que la policía se infiltre en movimientos no violentos de izquierda. Incluso durante años. Hay casos bastante escandalosos y bien documentados en otros países democráticos. Por ejemplo:
- 150 policías ingleses y galeses se infiltraron en 120 organizaciones de izquierdas entre 1968 y 2011.
- Sin entrar la política exterior de USA a este respecto, a nivel interno el FBI es famoso por su beligerancia contra todo tipo de movimientos de izquierda, particularmente los raciales. Incluyendo la práctica de reventar protestas desde dentro.
Estos últimos casos de Estados Unidos se englobarían muy bien con lo que David Piqué, en su tesis, llamó el modelo Julio César. No tendría mucho sentido que los policías se infiltrasen durante años para informar del día a día. Los grupos antisistema tienden a ser asociaciones pacíficas, que dedican su tiempo a ayudar a los demás de una u otra forma. Así, lo más plausible es que los infiltrados se mantengan ahí para ayudar en el día señalado. Para, en ese día concreto, reventar manifestaciones desde dentro, ayudando al modelo Mushasi. O para descabezar las organizaciones que se vuelvan demasiado influyentes y amenacen el status quo, siguiendo el modelo von Klausewitz.
Todo ello con dinero público.
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