Hace siete décadas, en 1955, Estados Unidos comenzó a enviar tropas a Vietnam. Durante años la población estadounidense se posicionó de manera unánime en favor de la intervención. Incluso Noam Chomsky tardó un tiempo en darse cuenta de que algo iba mal. "Sólo" en 1962 comenzó a dar charlas explicando las atrocidades que su país estaba cometiendo y a denunciar a los que, sabiéndolo, o bien mentían deliberadamente o simplemente se callaban. No fue sencillo. Hasta 1968 fue, de hecho, peligroso. La gente había sufrido tal alienación que incluso la certera, calmada y extensamente documentada disensión de Chomsky necesitaba protección policial cuando se hacía en público.
Recordemos que EEUU mató entre 1 y 3 millones de vietnamitas en esa guerra. Dos de cada tres habrían sido civiles. Aparte de bombas, USA roció Vietnam con 76.000 toneladas de agente naranja y otros químicos para, supuestamente, limitar las cosechas del país. Un 20% de la zona verde de Vietnam fue rociada al menos una vez. A día de hoy, el agente naranja sigue ahí y se ha asociado con 14 enfermedades graves y también con malformaciones durante la gestación.
La crítica de Chomsky hacia los que, con su no querer saber nada, con su silencio, con sus omisiones o incluso con su posicionamiento consciente a favor de la agresión, dejaban o incluso apoyaban la continuación de las atrocidades se materializó en 1967 en su ensayo The responsibility of intellectuals.
Al principio del ensayo Chomsky distingue claramente quién tiene el tiempo libre, los recursos y el conocimiento necesario para darse cuenta de lo que está sucediendo:
Los intelectuales tienen la posibilidad de mostrar los engaños de los gobiernos, de analizar los actos en función de sus causas, de sus motivos y de las intenciones subyacentes.
La democracia de tipo occidental otorga a una minoría privilegiada el tiempo libre, los instrumentos materiales y la instrucción que permiten la búsqueda de la verdad escondida tras el velo de deformaciones, de falsas representaciones, de la ideología y de los intereses de clases, a través de los cuales se nos da la historia inmediata.
E identificadas esas personas, Chomsky continúa con cómo se reparten las responsabilidades entre la población a la hora de denunciar que algo no está yendo bien en la sociedad:
Las responsabilidades de los intelectuales son, por consiguiente, mucho más profundas que la responsabilidad de los pueblos dados los privilegios únicos de que gozan los primeros.
La responsabilidad de los intelectuales consiste en decir la verdad y revelar el engaño.
En el resto del ensayo da infinidad de ejemplos de "intelectuales" (políticos, periodistas, académicos...) que mintieron u ocultaron información en sus intervenciones públicas con objeto de apoyar la guerra, o de no enfadar a los que lo hacían. Con la ventaja que nos da la investigación histórica que ha venido después, algunas de esas intervenciones nos pueden parecer hasta risibles. Hasta Hollywood ha hecho ya muchas películas en contra de la intervención americana.
Sin embargo, la clave está en que en aquel entonces, mientras las bombas y el agente naranja caían, el acceso a la información necesaria para criticar la intervención, o la capacidad de buscar esa información, estaba al alcance de sólo unos pocos. Y la gran mayoría de los que tenían esa capacidad, y por tanto esa responsabilidad, no la utilizaron, ni la asumieron.
Millones de personas murieron por su culpa. Muchos millones más siguen sufriendo las consecuencias.
Sin embargo, la responsabilidad de los intelectuales, aquellas personas con formación académica, recursos económicos y tiempo libre, no terminó tras lo sucedido en Vietnam. La responsabilidad con nuestra sociedad de decir la verdad y revelar el engaño está, y seguirá, siempre presente.
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