Miró a su esposa con una intensidad de la que sus ojos habían carecido en los últimos días. Estaba tendido en el camastro que, junto a la silla donde se sentaba ella, eras los dos únicos muebles que había en la habitación, dando la impresión así, de estar todavía más vacía de lo que hubiera estado sin nada en absoluto.
Tanto la cama como la silla eran viejos y estaban desvencijados y corroídos por la carcoma. La luz, ya mortecina como correspondía a la última de la tarde, entraba por una ventana, cuyas ventanales de madera no habían sido cerrados en semanas.
- Te dejo todo. Y es mucho, muchísimo más de lo que crees. La casa, como sabes, es grande y he mandado traer muebles para todas las habitaciones. Disfrutarás de ellos y de una pequeña pensión para tus gastos. Eso sí, el día que te vuelvas a casar o que tengas un hijo, he dejado claro en mi testamento que la casa y todo lo que he comprado para ella pasará a formar parte de un colegio gratuito del que tú te encargarás.
La luz fue desapareciendo. Cuando la de las estrellas sustituyó a la del crepúsculo él ya había muerto.
Tras unos meses de duelo, la mujer siguió con su vida. Los nuevos muebles llegaron. Sus hábitos, hasta entonces austeros, cambiaron y desde su nueva posición empezó a conocer a lo más selecto de la ciudad. Y aquellas últimas palabras de aquel moribundo se ocultaron en su memoria. Otro hombre apareció en su vida y se volvió a casar un poco antes de que se cumpliera un año de la muerte de su antiguo esposo. La boda fue por todo lo alto y cuando, después de la luna de miel, regresaron a casa, un cartel de cobre había sido colgado encima de la puerta principal: "ESCUELA".
Pero el cartel era sólo el principio. Sin que ella lo ordenase, aparecieron anuncios en los periódicos, en la televisión, en la radio, en internet. Y, por arte de magia, fueron enviados a todos los que parecían necesitarlos, formularios para inscribirse en el nuevo curso que comenzaría en pocos meses.
El nuevo marido, que nada sabía de aquello, pues la mujer, al haberlo olvidado, no tuvo oportunidad de contárselo, no se lo tomó demasiado bien. Y, cuando todos sus esfuerzos se mostraron vanos a la hora de detener aquello, la abandonó. Pues si bien no le desagradaba, le atraía mucho más cuando todo su dinero y posesiones iban a ser compartidos únicamente con él.
Porque la mujer, que en un principio no había dado crédito a las últimas palabras de su antiguo esposo, se volcó en el nuevo proyecto. Quizá por sentimiento de culpa, o porque sentía que se lo debía. Quizá porque siempre quiso haber tenido hijos, quizá porque le gustaba la enseñanza. Nadie supo nunca las razones exactas, pero aquella escuela albergó a alumnos y profesores mientras su vida la mantuvo despertándose cada día entre sus paredes.
Esto lo cuento yo, que di clase allí, por lo menos una noche. Mientras dormía en una ciudad africana.
23 octubre 2006
Si no os aburrís mucho no leáis esto
Publicado por Un barquero chiquitito en 10:04 a. m.
Temática:
Cuentos
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3 comentarios:
Interesante desde luego... ¿es una leyenda urbana?? Ya me contarás...
Interesante desde luego... ¿es una leyenda urbana?? Ya me contarás...
Leyenda urbana? No, que lo he soñado y luego me he puesto a escribir. Cualquier otra conexión es completamente inconsciente y por tanto, inexplicable.
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