17 enero 2007

Nuestros pequeños miedos incontrolables

Estaba leyendo este artículo en The Guardian, donde Zoe Williams dice: "Las mujeres que se obsesionan con su peso deberían abandonar el derecho a ser tenidas en cuenta de una forma seria", y me ha parecido interesante.

Habla de cómo es posible que una persona inteligente, capaz de manejar perfectamente todo tipo de situaciones, deje su vida a merced de la superstición, de la opinión de los demás o de la talla de sus pantalones.

Acaba diciendo que él no está en contra de un poco de vanidad (necesaria para no parecer un completo desharrapado), pero pide que se conozca su origen. La vanidad no deja de ser un proceso psicológico y tiene sus raíces en algún sitio. Solicita que la gente averigüe de dónde provienen las suyas y las evalúe. Siguiendo esa línea de razonamiento, no achaca una extrema vanidad únicamente a la presión social que, para muchos, es lo único que obliga a las mujeres a estar atractivas y delgadas.

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