Al parecer ése es el secreto para que la alimentación sirva para mantener nuestra salud y no para lo contrario.
Hace unos años leía no sé dónde (el enlace es lo que me ha mostrado Google ahora) que la clave para una vida larga es comer poco, pasar frío y extirparse las gónadas.
Otro día puede que me centre en los de los huevecillos y en lo de andar tiritando a todas partes. Hoy toca hablar de lo mucho que comemos.
Nadie duda que comer puede llegar a ser un placer. Un gran placer. Incluso hay quien dice que comer contento (algo que te gusta) es mucho más saludable que intentar ingerir algo que no te atrae. No obstante, una vez superado el paso de la introducción de los alimentos en el aparato digestivo, resta un proceso largo en el que, idealmente, habría que intentar compensar las necesidades del cuerpo con lo que le suministramos. Pero la gente pasa, incluso pasa mucho gracias a la aparición de la liposucción y similares.
Los niños, educados por padres que no tienen tiempo para hacerlo, comen basura. Se vuelven obesos a una edad temprana, con los peligros que eso conlleva para su metabolismo. Claro que también están los padres que se preocupan demasiado. ¿Qué hay que hacer entonces? Aparte de seguir la frase que da título al post, este otro consejo no está de más:
Si estás concienciado con tu salud, deberías probablemente evitar alimentos que tengan etiquetas en las que ponga lo saludables que son. ¿Por qué? Porque una etiqueta así en un alimento es un buen indicador de que no es comida en realidad y lo que tú quieres llevarte a la boca es... comida.
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