05 enero 2007

Armas y liberalismo

Estaba leyendo la decadencia del ingenio cuando me he encontrado con que, en su tono jocoso habitual, el autor del blog intentaba ridiculizar los argumentos a favor de la posesión de armas que utiliza Jorge Valín.

Jorge Valín es uno de esos neoliberales (o liberales austríacos) que, según ellos mismos, gustan de defender lo indefendible.

Antes de seguir es importante que, al menos, hayáis ojeado los enlaces que he ido poniendo. Si lo habéis hecho ya, continúo.

Para sustentar sus ideas, estos nuevos liberales se suelen apoyar en estudios y estadísticas. Eluden la ética global y la solidaridad, en las que los que les critican les piden que piensen, acudiendo a uno de sus principios básicos: la individualidad y la libertad de elegir lo que se quiera para uno mismo.

¿Y sabéis una cosa? En parte estoy de acuerdo con ellos en su argumentación acerca de la inexistencia de la solidaridad y de la ética global. Pero por lo mismo, no puedo coincidir en su razonamientos sobre la inalienable individualidad. Por partes.

El hombre vive en sociedad para protegerse. Descubrimos bien pronto que pertenecer a un grupo hace que las posibilidades de sobrevivir del individuo crezcan. No es un gran mérito. Casi todos los mamíferos lo hacen. Los pájaros también vuelan en enormes bandadas y los peces forman bancos en los que se juntan miles de ellos. Es curioso comprobar cuáles son los mamíferos, los peces o los pájaros que no se juntan con el objetivo de protegerse: los grandes depredadores. Digo que es curioso porque como algún neoliberal lea esto seguro que le gusta el ejemplo.

Igual de seguro que que alguien me dirá que los seres humanos somos diferentes. Que nosotros tenemos un cerebro que nos distingue de los demás. Ese cerebro nos permite elaborar una ética en la que basar nuestras acciones, crear una sociedad más justa, enamorarnos, etc. Como he leído decir a uno de estos liberales de nuevo cuño, yo "niego la mayor". Nuestro cerebro no nos permite hacer nada de eso. O por lo menos no en el sentido en el que lo entendemos comúnmente. Nos enamoramos igual que cualquier otro animal, gracias a la oxitocina. Que el enamoramiento se mantenga se debe a que nos gusta la sensación y hacemos que se repita, pensando en ello una y otra vez. Lo cual hace que la oxitocina se siga liberando.

Nuestro cerebro, asímismo, es capaz de llegar a conclusiones que ningún otro animal puede alcanzar pero, en mi opinión, comete un error: cuando llegamos a una conclusión excitante en cuanto a nuestra situación en el mundo, una conclusión que ha sido alcanzada con la ayuda de unas experiencias que sólo una persona ha vivido, lo primero que hacemos es querer mostrárselo a los demás. Si las ideas a las que ha llegado la persona son buenas la gente dirá: "sí, es verdad". Con mala suerte se formará una religión y, con algo más de suerte, una norma. Da igual que el resto de la gente no sepa exactamente de dónde viene todo. Le basta con saber que eso funciona. Básicamente en eso se basa la ética y la justicia de la sociedad. A lo largo de la historia de la humanidad alguien, de vez en cuando, ha pensado de verdad y el resto de la gente, con más o menos criterio, le ha hecho caso.

¿En qué se traduce todo esto? En que tenemos una sociedad más justa, igualitaria y solidaria que hace, digamos... Espera. En realidad no la tenemos. Tenemos más normas, más leyes. Conocemos algunas e intentamos obedecerlas para pertenecer a un grupo, la sociedad, en el que seguir protegidos. La misma sociedad que esperamos que persiga y castigue a la persona que no cumpla esas normas. En realidad nada ha cambiado con respecto a cuando éramos un puñado de simios. Ahora bien, la pregunta es: ¿por qué?

La respuesta, aunque adulterada, la dan los neoliberales. Por mucho que nos creamos más civilizados sigue habiendo cosas que fallan porque no nos comportamos como individuos. Salvo unos pocos, esos que fundan religiones milenarias o se dan cuenta de cosas que acaban formando parte de la conciencia colectiva. Esos privilegiados son capaces de vivir en sociedad, porque el hombre es un ser social, restringiendo su influencia a voluntad. El resto somos una marea que se deja llevar.

¿Pero por qué digo que su respuesta está adulterada? La verdad es que no he leído a los que citan. No me interesa hacerlo. He leído a los citadores y sobre ellos escribo. Postulan la libertad de elección para sustentar sus argumentaciones, dije antes, pero en realidad lo que hacen es dejarse llevar por el miedo. La competitividad, que tanto ensalza esta corriente, no es más que miedo a ser inferior a los demás. De igual manera, querer tener un arma, en la mayoría de los casos, incluso en una zona de guerra (no hay más que ver la sonrisa de muchos niños soldado con su "juguete"), lo que hace es mostrar el mismo sentimiento de inferioridad. Alimentado también, y como siempre, por la competitividad.

Estos chicos, he dicho, gustan de las estadísticas. Veamos unas pocas:

En Estados Unidos el 70% de los delincuentes juveniles, de los homicidas menores de 20 años y de los individuos arrestados por violación y otras ofensas sexuales graves crecieron sin padre. En la comunidad negra, en la que la figura paterna ha virtualmente desaparecido, uno de tres menores de 25 años está preso o en libertad condicional. Un padre ausente es el mejor predictor de criminalidad en el hijo varón (Gottfredson & Hischi, 1990; Smith & Jarjoura, 1988; Kamarck & Galston, 1990). En los últimos 20 años el número de arrestos anuales por crímenes violentos cometidos por menores de 20 años pasó de 16.000 a 100.000, siendo este un período en que el porcentaje de jóvenes en la población se mantuvo estable. Episodios de violencia juvenil en los que intervienen armas de fuego aparecen con frecuencia creciente en las escuelas públicas norteamericanas. El National Center for Educational Statistics (Washington D.C., U.S. Department of Education) indica que en el año escolar 1996-1997 se registraron en escuelas 11.000 episodios de violencia en los que fueron usadas armas de fuego. En el 10% de las escuelas públicas norteamericanas hubo hechos de violencia con armas de fuego (robos, homicidios y/o suicidios).

La conexión entre ausencia del padre y delincuencia surge de numerosos trabajos de investigación (Adams, Milner & Schrepf, 1984; Anderson, 1968, Chilton & Markle, 1972; Monahan, 1972; Mosher, 1969; Robins & Hill, 1966; Stevenson & Black, 1988; Wilson & Herrnstein, 1985; Bohman, 1971; Kellam, Ensminger & Turner, 1977). Dos economistas de la Universidad de California, Llad Phillips y William Comanor, basándose en un seguimiento de más de 15.000 adolescentes que realiza anualmente el Center for Human Resources (Ohio State University), encuentran una fuerte asociación estadística entre ausencia de padre y delincuencia juvenil/violencia: el riesgo de actividad criminal en la adolescencia se duplica para varones criados sin figura paterna. Un punto interesante de este estudio, es que el impacto de una madre ausente respecto de la variable criminalidad es casi nulo, lo que confirma la especificidad de la figura paterna respecto de la conducta transgresora. También dos antropólogos, M. West y M. Konner, detectaron una relación entre ausencia del padre y violencia, al estudiar el funcionamiento de una serie de culturas diferentes. Las culturas con mayor involucración del padre en la crianza de los hijos son las menos violentas (West & Konner, 1976).


El artículo, del que sólo he puesto dos párrafos por no extenderme más, no tiene desperdicio. Muestra que los factores dominantes para cometer un crimen con violencia son la desestructuración familiar y ser un varón. Las armas de fuego son sólo un instrumento más dentro de la vorágine que rodea al infractor. Si no tuviese un arma de fuego haría daño con otra cosa (las razones profundas de por qué lo hace son otro tema).

El liberal dirá entonces que si hay un adolescente con esas características cerca, lo mejor es tener un arma para defenderse.

Sin embargo, una vez más acudiendo a las estadísticas, podemos observar que el hombre medio, ése que las engrosa, no está capacitado para tener un arma. Aunque sea para defenderse la utilizará mal (de otro estudio que no tiene desperdicio):

La relación entre disponibilidad de armas e incidentes ocurridos es evidente y ha sido puesta de manifiesto por numerosas investigaciones experimentales y estudios epidemiológicos. En un reciente estudio realizado en USA y presentado en el Annual Meeting of the American Public Health Association (Kellerman y cols. , 1992) los datos eran significativos. El 73% del total de suicidios fueron cometidos con armas de fuego. En los hogares en donde había este tipo de armas, el 86% de los casos de suicidio fueron realizados con este sistema, mientras que unicamente se utilizaron armas de fuego en el 6% de los suicidios en los que el individuo no tenía en propiedad arma de fuego alguna.

En otros trabajos realizados en Australia se detallaron correlaciones tan elevadas como 0,91 entre disponibilidad de armas de fuego y homicidios perpetrados, o de 0,94 entre disponibilidad de armas y suicidio.

Berkowitz y LePage (1967) demostraron que las armas tienen un efecto de incremento de conductas agresivas en las condiciones en las que se produce irritación. Tal efecto ha pasado a ocupar un lugar de trascendencia en la investigación en psicología, a lo que se ha venido a denominar "Efecto Arma".

Vemos pues que la psicología es capaz de explicar mejor que los propios neoliberales la necesidad que tienen de poseer un arma y lo negativo que es su tenencia en la inmensa mayoría de los casos. Y me atrevo a decir que es igualmente capaz de explicar el resto de sus afirmaciones. ¿Y por qué? Por lo que se ha dicho antes: porque a su idea de individualismo no han llegado desde el autoconocimiento, sino todo lo contrario. Les ha llevado hasta ella un miedo que no pueden controlar, y que tratan de aplacar protegiéndose contra las amenazas creadas por su mente (las mismas que nos atenazan al resto de los mortales que compartimos experiencias similares). No están "liberados", como quieren creer al ponerse a sí mismos ese apelativo, sino que son un puñado más de entre las personas que se dejan llevar por el miedo. Puede que sus miedos sean distintos (lástima que haya encontrado este artículo justo al acabar), pero no por ello dejan de serlo.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Tienes más razón que un santo.