He estado a punto de poner la noticia de la caravana de mujeres en un pueblo de Ávila, después de verla en Boing Boing, pero me he dado cuenta de que posiblemente haya salido en todas las televisiones y medios españoles. Así que voy a tener que escribir algo de mis vivencias por aquí.
Llevo ya más de 4 meses. Casi 5. Creo que en todo este tiempo todavía no he deseado estar en otro sitio. Esta semana se marcha una pareja a la que aprecio. Tanto él como ella me parecen personas excepcionales, del tipo que me gusta encontrar mientras vas correteando alegremente por la vida. En Angola, como en cualquier otra parte del mundo, es posible encontrar gente así. Este país tiene algo que lo diferencia: cuando vi El paciente inglés, mientras Ralph Fiennes yacía en un catre envuelto en vendas, Juliette Binoche se encontraba con un canadiense. Luego se lo contaba a su paciente y este le decía: "si te lo hubieses encontrado en Canadá hubieras desconfiado de él automáticamente, pero te lo encuentras aquí le invitas a cenar" Algo así ocurre en Angola. Cuando estaba en Lubango me encontré con una monja clarisa española que llevaba 26 años en el país. Sin miramiento ninguno se dirigió a mí y entablamos una conversación. Pero la necesidad de hablar con alguien no se limita a ciudadanos de tu propio país. A veces la presión ejercida por el entorno angolano es tan fuerte que cualquier similitud, cualquier familiaridad con algo a lo que estás acostumbrado te impulsa a saludar a un sueco, un americano, un portugués o incluso a un francés :-p.
Y eso no está nada mal.
27 febrero 2007
No encuentro nada que citar esta mañana
Publicado por Un barquero chiquitito en 11:02 a. m.
Temática:
Vivencias Angola
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario