Estamos a 20 de diciembre. En la calle la temperatura es de unos 28º. Los coches no dejan de pasar. Todo terrenos de gran cilindrada, unos cuantos turismos, la mayoría de más de 10 años. De pie, junto a los muros, apoyados en barandillas o sentados en bordillos o banquetas improvisadas con una piedra suelta, los que no tienen coche. En apariencia sin hacer nada. A veces hablan. Pero pasan horas en el mismo sitio. Una mañana tras otra, una tarde tras otra. Por la noche no sé muy bien qué ocurre. No salgo mucho porque no me gustaría confirmar lo que me han contado. Lo que sí es seguro es que, de noche, los negros son más negros. Hace poco leí que si un niño no ha visto a varias personas de una misma raza antes de los 6 años, será incapaz de distinguirlos después, o lo que es lo mismo, hará buena la frase de "todos los negros son iguales". A mí me pasa. Soy capaz de hablar durante horas con un negro y no reconocerlo al día siguiente cuando me lo cruzo por la calle. Lo curioso es que la tercera vez que me lo encuentro sí lo distingo de los demás.
Un par de horas después de que sale el sol, unos cuantos jóvenes se dedican a limpiar coches. Un par de cubos, balletas, agua, jabón y sus manos desnudas (a veces también sus pies lo están) es lo que utilizan. Los coches se limpian cada poco. La arena de la playa se encarga de ensuciarlos a diario. El resto piden por la calle o se ponen a charlar. O a ver la tele en casa. Hay gente que trabaja, por supuesto. Muchas tiendas pequeñitas que venden sobre todo productos alimenticios. Y las aceras están plagadas de mujeres con que han llevado sobre la cabeza las frutas, verduras, peces, utensilios de cocina o ropa que te intentarán vender no sin antes regatear. Si vas en coche, en según que calles te encontrarás la versión extendida de los vendedores de pañuelos: enchufes, balones, destornilladores, libretas, películas, una canasta de baloncesto de juguete, tabaco y arbolitos blancos de navidad. Porque aquí también es navidad. Aquí y en todas las casas donde no tienen para comer, para encender la luz, para beber agua. En todas las casas donde alguien de la familia se está muriendo de una enfermedad erradicada en el primer mundo. Y lo más grave no es eso. Lo peor es que en Angola hay primer mundo. En Angola hay gente que come, bebe y viste muy bien, en cuyas casas nadie va a morir de esas enfermedades que son mortales a menos de un kilómetro, y donde se podrán sentar a la mesa, con su árbol de navidad rebosante de regalos pensando "qué bien lo hicimos el año anterior" y deseándose un feliz año nuevo.
Soy de la opinión de que nadie puede ponerse a ayudar sin saber cómo hacerlo. También creo que haber ayudado en tu país no te garantiza, ni mucho menos, el saber ayudar en otro. Son los angolanos los que tienen que ayudar a sus propios compatriotas. Y no porque sean de su mismo país, no porque sean del mismo color. Han de hacerlo porque se comprenden, porque conocen el sitio en el que viven, porque sienten igual las mismas cosas, porque tienen las mismas tradiciones. Eso forma una gran parte del saber ayudar. ¿Un extranjero puede ayudar? Claro que sí. Pero su nivel de auténtica empatía (que no es lo mismo que sensiblería, inútil y muchas veces incluso perniciosa) estará muy por debajo de la de un nativo, y por tanto andará a ciegas con demasiada frecuencia. El voluntariado extranjero ha de ser técnico, en áreas donde no exista posibilidad de recurrir a voluntarios autóctonos. Con todo esto lo que vengo a decir es que cada uno de nosotros, si quiere ayudar, deberá empezar cerca suyo. De nada sirve irse al tercer mundo si no te preocupas del vecino o de tu propio hermano. Y de nada sirve cuidar de nadie si no tienes claro cómo cuidar de ti, si no te conoces o, por ejemplo, si necesitas ayudar a alguien para sentirte mejor. Así pues, la principal ayuda, una vez cubiertas las necesidades básicas, tiene que ir dirigida hacia el autoconocimiento y la autosuficiencia. Y siempre empezando por uno mismo. Que además previene los catarros.
Ah, Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo.
Actualizo: me acaban de pasar esto sobre las mentiras del voluntariado. Gracias, nushu.
La navidad