Corría el año 1492 cuando un muerto de hambre, que había convencido a la corona española para lanzarse a la búsqueda de nuevas rutas comerciales con Asia, avistó las primeras islas de un nuevo continente. Unos cuantos muertos de hambre más tarde (muy listos, eso sí) España había conseguido sojuzgar lo que ahora conocemos como América Latina. Durante siglos el oro y la plata americanos fueron el sustento y principal pilar de la economía española. Barcos repletos de los preciosos metales cruzaban el atlántico como un río de riquezas interminables que eran obtenidas sin apenas esfuerzo (los indígenas trabajaban como esclavos). Tales eran las cantidades que durante 150 años dieron para que España fuera la mayor potencia mundial sin discusión y para mantener una lenta decadencia durante otro cuarto de milenio.
Mientras el imperio español basaba el crecimiento de su economía en los recursos naturales que obtenía de sus colonias, el resto de los países intentaron imitar su modelo pero hicieron algo más. La invención de la imprenta abrió las puertas de la difusión de la cultura y de los diferentes descubrimientos que se realizaban, poco a poco, en toda europa y en todo tipo de áreas del conocimiento. Las matemáticas, estancadas tras los avances griegos y musulmanes, volvieron a resurgir y con ellas sus implicaciones inmediatas: las obras de ingeniería. Toda Europa se lanzó a la carrera, impulsada por las continuas guerras, de la construcción de barcos más rápidos, armás y telescopios de mayor alcance, muros de mayor resistencia además de cualquier otra "locura sin utilidad" inmediata. Las universidades se fueron llenando de profesores cada vez más doctos que intercambiaban conocimientos y formaban a la siguiente generación de investigadores, filósofos, lingüistas, historiadores, médicos o empresarios.
En España eso también sucedía... pero menos. ¿Para qué estudiar, investigar, invertir en nuevas formas de fabricación más eficientes si teníamos dinero suficiente para comprar lo que los demás países hacían?
¿Para qué invertir en I+D+i si construimos (y compramos) 800.000 viviendas y recibimos más de 50 millones de turistas al año? Para qué preocuparnos porque nuestros licenciados universitarios o nuestros jóvenes en general (cuya formación está a la altura de la de cualquier licenciado o joven del mundo) tengan un trabajo en el que tanto ellos como la sociedad en general puedan aprovechar y desarrollar sus conocimientos?
El oro y la plata se acabaron una vez y los nuevos "metales preciosos" también lo harán. ¿Cuándo aprenderemos?
14 junio 2007
El redescubrimiento de América
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario