Cuenta el NYT cómo los que tienen la costumbre de apostar, al imaginar que van a ganar, hacen funcionar las mismas partes del cerebro y obtienen sensaciones parecidas, al hacerlo, que aquellos que en realidad ganan.
El cerebro funciona así, si no encuentra en la realidad motivo de satisfacción se lo inventa. El placer es adictivio y su persecución acaba por ser motivo de muchos desequilibrios psicológicos. Mientras la neurología nos enseña todo esto (aunque no son pocos los que, a lo largo de la historia, se habían dado cuenta de lo mismo), la gente sigue aferrándose a sus pensamientos, a los recuerdos de una época que creen más feliz, a los deseos, a todo aquello que su cerebro les pide para satisfacer sus necesidades "drogodependientes".
Lo gracioso de la imaginación es que es tal y como nosotros queremos. No tiene por qué corresponderse con la realidad. Por eso cuando recordamos algo no tenemos por qué estar siendo sinceros con lo que sucedió sino que recordamos lo que queremos recordar. Y el cerebro casi siempre quiere recordar lo bueno, porque le produce placer y, por la misma razón, casi siempre quiere imaginar que sucederán cosas maravillosas.
La neurología nos dice que es así y probablemente la ciencia acabe sabiendo cómo, mediante medicamentos u otras cosas, alterar las reacciones químicas que se producen en nuestros cerebro, pero estoy de acuerdo con el hombre que cita Vaughan, al final la neurología no puede ayudarnos en algo en lo que sólo nosotros mismos podemos: nuestro autoconocimiento seguirá siendo cosa nuestra. Y en última instancia, y como siempre, estaremos solos. Y en esos momentos de soledad será cuando cada cual deba escoger si quiere buscar a dios, creer en la ciencia, aferrarse a sus amigos, a su pareja, a su familia, a su dinero, a la droga...o simplemente quedarse observando y viviendo.
12 marzo 2007
Cómo la imaginación sustituye a la realidad
Publicado por Un barquero chiquitito en 3:10 p. m.
Temática:
neurología,
Opinión,
psicología
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