Ya he comentado más de una vez que las creencias están reñidas con el conocimiento científico. Que creer que algo es cierto sin tener pruebas es sinónimo de no querer aceptar pruebas en su contra. Es sinónimo de no querer conocer y, por tanto, es lo mismo que ir por la vida con una venda en los ojos. Quizá no siempre, pero sí siempre que lo que vaya en contra de nuestras creencias aparezca.
A continuación cito un fragmento de la entrevista de J.L. Gámez a Robert J. Aumann, judío ortodoxo de 77 años, premio nobel en 2005, laureado por sus investigaciones sobre la Teoría de Juegos y la resolución de conflictos, que habla acerca de sus investigaciones sobre el código de la Biblia:
-Supongo que estará de acuerdo conmigo en que es muy difícil de creer que un libro, por mucho que sea la Biblia, contenga codificados hechos futuros.
-Sí. Pero a mí no me importa lo que es difícil de creer o no. Yo sólo me fijo en las pruebas. Y las pruebas me indicaron al principio que no se trataba de simple azar y tampoco encontraba ningún error en mi trabajo. Ahora, sí. Ahora, sé lo que estaba mal. Por eso, aunque comparto su opinión de que se trata de algo difícil de creer, y siempre la he compartido, eso no es ciencia. Y yo soy un científico. Puede que algo no me guste, pero que sea lo que indican las pruebas, Mi estudio original data de hace diez años y publicamos el que explicaba que no habíamos encontrado nada hace tres o cuatro. Lo puede leer en mi web. Hay dos páginas en las que explicó cuál es mi opinión: no he encontrado ninguna prueba a favor del código de la Biblia. A diferencia de otros, con la excepción de Furstenberg, mis juicios se han basado sólo en las pruebas.
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